La gratitud reside en los momentos de una madre perruna

Gratitude Lives in Dog Mom Moments

La gratitud reside en los momentos de una madre perruna

Es fácil olvidar que los días pasan silenciosamente. Corremos por el trabajo, revisamos nuestros teléfonos, sacamos paseos entre las tareas, y antes de darnos cuenta, toda una temporada con nuestros perros se ha ido. Nos quejamos de que los días se hacen eternos, y luego les decimos adiós mientras se difuminan entre sí. Un día han pasado cinco años desde aquel momento que recordamos con tanta nitidez: cuando los trajimos a casa, cuando firmamos los papeles de adopción, cuando se durmieron por primera vez en nuestro pecho. La semana pasada apenas vive en nuestra memoria a corto plazo, pero nuestros perros han estado ahí, acompañándonos cada día.

Empezamos a preguntarnos: ¿dónde se ha ido el tiempo con ellos? ¿Por qué sentimos que la vida se nos escapa mientras los pelos del perro en el sofá y los juguetes en el pasillo permanecen invariables?

Podemos dejar esas preguntas en manos del universo, relajarnos y dejar que los días se fundan unos con otros. O podemos elegir algo diferente. Podemos decidir analizar cada día y encontrar un pequeño momento como mamá perruna que nos resulte memorable, afortunado o simplemente agradable.

Quizás sea la forma en que tu perro levanta las orejas al oír tus llaves. Quizás sea el peso de su cabeza en tu regazo después de un largo día. Quizás sea el silencio de un paseo nocturno, cuando solo estáis tú, tu perro y el sonido de sus chapas en la oscuridad.

Las investigaciones sobre la gratitud demuestran que estos pequeños momentos importan . En un estudio muy conocido, las personas que escribían con regularidad aquello por lo que estaban agradecidas se sentían más optimistas y satisfechas con su vida que aquellas que se centraban en sus frustraciones. Para las dueñas de perros, esa lista puede ser increíblemente específica: los suaves ronquidos a las 3 de la mañana, los giros de alegría cuando coges la correa, la forma en que parecen saber cuándo no estás bien y se sientan en silencio un poco más cerca.

Es importante que nombremos y notemos las cosas buenas que nos suceden con nuestros perros.

Es fácil volcar nuestro estrés en papel o en los mensajes privados de un amigo. Sentimos la necesidad de desahogarnos, de enumerar las cosas que nos duelen, las que nos asustan. No hay nada de malo en ello. Sin embargo, debería ser igual de importante compartir lo que nos da esperanza, lo que nos hace sentir agradecidos de estar vivos con este animal que nos eligió.

La gratitud no tiene por qué limitarse a un diario. Para algunos, la gratitud se manifiesta en un paseo por el barrio, con la correa en la mano, saludando a los vecinos, viendo a nuestro perro olfatear su rincón favorito de césped y recordando que este es el lugar al que llamamos hogar. En respirar el aire que solemos recorrer con prisas. En sentir cómo nuestras rodillas y tobillos crujen al liberar su potencial de movimiento con intención, mientras el perro trota alegremente delante.

La gratitud se puede practicar con un diario, con una nota en el teléfono o simplemente con una atención tranquila y reflexiva.

Agradecer mentalmente a alguien o enumerar todas las razones por las que le estamos agradecidos es muy poderoso. Lo mismo ocurre con nuestros perros. Puedes agradecerle mentalmente a tu cachorro su lealtad, su energía, su alegría, su paciencia con tu horario y su capacidad para hacerte reír cuando más lo necesitas. Nuestras vidas a menudo se sienten como una balanza desequilibrada: demasiadas preocupaciones en un lado, poca ligereza en el otro. Lo maravilloso es que la gratitud puede actuar como un pequeño contrapeso. Un rápido y silencioso «gracias por estar aquí» puede suavizar un día que de otro modo sería pesado.

Podemos sentirnos agradecidos por el momento que compartimos con nuestros perros, sabiendo que, al menos por ahora, nos esperan muchos más pequeños momentos que merecen ser disfrutados. Una futura siesta juntos, un futuro viaje por carretera, un futuro paseo por un parque nuevo que aún no hemos descubierto.

Podemos elegir vivir la vida agradeciendo a la tierra bajo las patas de nuestro perro, a nuestros seres queridos que nos apoyan y a nosotros mismos por haber superado un día más juntos. Y cuando llegue el mañana, podemos buscar un nuevo motivo de gratitud en este vínculo. Un movimiento de cola. Un toque de nariz. Un cuerpo cálido contra nuestros pies.

La gratitud vive allí, en esos momentos cotidianos de mamá perruna que son fáciles de pasar por alto e inolvidables una vez que decidimos verlos.

Dog Mom Life

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